EL GRAN BAZAR
Visitar el Gran Bazar de Estambul es una experiencia maravillosa e inolvidable. Este mágico lugar se compone de galerías cubiertas llenas de toda clase de objetos preciosos: porcelanas, artículos de cuero, oro, bronce, joyas, antigüedades y muebles. También especias, alfombras, entre mil más.
De lado y lado los locales exponen sus artículos y lo más divertido es que en cuanto uno entra le llaman con mucha cordialidad y le ofrecen su mercancía. Como la competencia es dura, muchos llaman al mismo tiempo, pero se retiran cuando uno ha preferido a uno de los vendedores. Los comerciantes se respetan mucho entre ellos. Pero, eso sí, si a uno no le convence el precio ofrecido y uno se aleja, entonces los otros comerciantes se acercan para ofrecer sus propios artículos. Y así se continúa haciendo siempre.
Es muy divertido ser parte del regateo en el Gran Bazar. Yo vi una cartera y unos zapatos plateados preciosos, pregunté el precio en inglés, y no me convenció, por lo que continué recorriendo las galerías para ver si veía otros iguales. Pero no los vi y opté por aceptar el primer precio que me dieron.
En muchas ocasiones los vendedores no hablaban inglés, por lo que acudía a mi libreta de notas para hacer la oferta, entonces, ellos la tomaban y me hacían la contra oferta, escribiendo una nueva cantidad. Otras veces hacía la contra oferta yo, por señas y los vendedores me respondían de igual forma, hasta que, por fin llegábamos a un acuerdo y se efectuaba la transacción o en dólares o en liras turcas.
En muchas ocasiones los vendedores no hablaban inglés, por lo que acudía a mi libreta de notas para hacer la oferta, entonces, ellos la tomaban y me hacían la contra oferta, escribiendo una nueva cantidad. Otras veces hacía la contra oferta yo, por señas y los vendedores me respondían de igual forma, hasta que, por fin llegábamos a un acuerdo y se efectuaba la transacción o en dólares o en liras turcas.
PASEOS Y COMIDAS
Durante nuestra estadía en Estambul, nuestro amigo Ferzi, el chofer turco a quien contratamos, nos acompañó en el recorrido por la ciudad. Me llamaron la atención las autopistas modernas y bien cuidadas que llevaban a Ankara y que se veían más bonitas, a medida que uno las recorría.
En la ciudad me encantaron las estrechas callejuelas en la que pululaba, como nunca antes había visto, una cantidad inmensa de personas. Las había de todas la edades, desde bebés en brazos de sus jóvenes madres, hasta ancianos casi centenarios. Era un río humano que arrasaba en su camino hacia los cuatro puntos cardinales de Estambul.
Durante el paseo, nos deteníamos en los restaurantes del camino para almorzar o tomar algún refrigerio, y en ocasiones, el amable chofer era nuestro invitado. Otras veces él nos obsequiaba con su célebre café. Y fue así, de parada en parada, como logré tomar nota de muchas cosas: el paisaje, las costumbres y la apetitosa comida.
Degustamos el Clöner Kebap- icliköfde (quipes rellenos), pero éstos son rellenos con carne, a diferencia de los quipes árabes, pues no llevaban ni yerbabuena, ni trigo. También probamos un delicioso dulce de coco llamado irmik helva. Veo en mis anotaciones lo siguiente: "Comimos también una carne muy rica que se asa en una vara como el shiskabab, pero enorme. Las capas de carne se superponen con trozos de tocino. Luego se asa en forma vertical, se cortan y las sirven en un plato con ají y tomates".
Los turcos son gente amable y trabajadora, y tanto, que muchas veces parecen verdaderas bestias de carga, pues llevan a cuestas grandes sacos de papas, como los he visto en las cercanías de los restaurantes o escaparates y cómodas, como también los he observado en el Gran Bazar.
Caracas, septiembre, 2015
IMAGENES: WEB